Alicante en blanco (fotografías)

Alicante, la tierra por donde me muevo, tiene una tasa de precipitaciones muy baja. Así que normalmente, somos muchos los alicantinos que se nos alegra el cuerpo cada vez que vemos llover, mucho más aún si lo que cae es nieve. Todavía más, para los que amamos el monte y sabemos lo beneficioso que es para nuestros bosques y montañas.

Durante los días comprendidos entre el 17 y el 22 de enero de 2017, sufrimos un temporal de frío, lluvia y nieve histórico en la provincia: las playas de Guardamar y Torrevieja nevadas (hacía cincuenta y pico y ciento y algo años respectivamente que no pasaba), nieve por toda la provincia (más de 2m de nieve acumulada en la cumbre de Aitana), autovías cortadas, temperaturas bajo cero, y lluvias muy fuertes y constantes en la marina alta y baixa (noreste de la provincia), donde se llegaron a recoger casi 600l/m2 en muchos lugares. La nota negativa: cursos de ríos desbordados (Segura, Algar, Jalón), inundaciones, casas en primera línea de playas destrozadas (como en Guardamar), corrimientos de tierras y desprendimientos (Puerto Tudons, Valle de Guadalest), huertas congeladas, etc…

No obstante, es una oportunidad impresionantemente rara y bella, para fotografiar algunos rincones de la provincia con un aspecto poco habitual (en muchos casos) y absolutamente extraordinario (en otros). Y de paso, aprovechar para sentir el frío de la forma más íntima y directa.

Espectacular tormenta eléctrica en Alicante

En el oficio de la fotografía, como en otros, en ocasiones hay algo que supera en importancia a la técnica, al conocimiento y a las herramientas disponibles que tengas: la paciencia y la perseverancia.

De acuerdo: obviamente, tengo una buena cámara profesional y conocimientos suficientes para saber qué parámetros tengo que poner en la cámara para fotografiar este tipo de situaciones. Pero esa es la parte fácil. En muchísimas ocasiones (perseverancia), he tenido que emplear horas y kilómetros, persiguiendo tormentas, consultando mapas y previsiones meteorológicas, para pararme en un sitio, soportar frío, viento y lluvia bajo un paraguas grande, con la cámara montada en el trípode y sin poderme mover… para no conseguir ni una mísera fotografía (paciencia, mucha paciencia). Casi siempre sin resultados, porque la tormenta se va, porque el viento es demasiado intenso, porque hay demasiadas nubes o lluvia y no se ve nada, por lo que sea…

Pero tanto va el cántaro a la fuente que, de vez en cuando, se consigue lo que se persigue. Aquella noche, ya estaba en casa, cenando. Ví que empezaban a caer rayos. Consulté la previsión y… ¡tormenta eléctrica cercana, poca posibilidad de lluvia fuerte y cobertura de nubes al 50%!. Oportunidad perfecta: rápidamente preparé la cámara, objetivos, trípode y paraguas, observé en qué dirección estaban «cayendo» los rayos (normalmente los rayos no caen, sino que al revés de lo que se piensa, van desde el suelo hacia las nubes) y elegí que el mejor sitio sería el Castillo de San Fernando de Alicante. Allí aguanté unas 3 horas, de pie, bajo el paraguas, lloviendo a ratos muy fino. Había otros fotógrafos conmigo, aunque se fueron mucho antes que yo. Y cuando vi que ya tenía unas cuantas fotos y cayeron un par de rayos realmente cerca (con el consiguiente susto), decidí volver a casa, contento con el resultado.

Edité las fotos esa misma noche y las publiqué en facebook. Antes de 24 horas, ya se habían compartido miles y miles de veces en redes sociales. Como anécdota, incluso en el programa sobre «el tiempo» de una cadena estatal, apareció una foto mía enviada por otra persona, suplantando la autoría. Esas cosas que pasan a veces…

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